Las tendencias predominantes hoy en día en las reformas educativas parecen promover un cierto desprecio de lo intelectual, acusado de academicismo o intolerable elitismo, y una inflación de lo emocional. Las consecuencias de estas tendencias pueden describirse en términos de una creciente infantilización del alumnado. En ello, las prácticas basadas en la llamada «gamificación» desempeñan un papel importante y sirven a intereses no siempre claros o confesables. Se hace urgente perfilar una crítica de estas tendencias y dar la batalla a favor de una escuela que se centre en proporcionar una sólida formación intelectual.